Respuesta:

La esencia del Islam es la esencia divina y en ella predomina la Misericordia. El amor de Dios es el fundamento de la creación. Dice la tradición del Profeta Muhammad (B.P.D.) que Dios hizo anteponer su Misericordia a su Justicia. El castigo divino siempre es el último recurso para quienes se han cerrado a sí mismos a la Misericor­dia Divina y proviene de la maldad y la ignorancia de los hombres, no en forma directa de Dios. De Dios proviene todo lo bueno, son los hombres con su ingratitud e ignorancia quienes se atraen el castigo.

Dice el Sagrado Corán: “Ha aparecido la corrupción en la tierra y en el mar como consecuencia de las acciones de los hombres... (S. Corán: 30:41). El Sagrado Corán comienza con una invocación a la Misericordia de Dios: “En el Nombre de Dios, El Clementísimo, El Misericordiosísimo”.

Esta invocación acompaña y precede a todos los capítulos del Sa­grado Corán salvo uno que es un capitulo que habla del castigo para aquellos que se han extralimitado en el mal. Su Clemencia es uni­versal y alcanza a todos, incluso a quienes hacen el mal (para todos sale el sol). Pero su Misericordia es especial en este mundo y en el otro para quienes creen en Él y hacen el bien. Para quienes son hu­mildes, reconocen, agradecen, obedecen al Señor y hacen el bien a los demás seres creados por Su Señor. Los malvados se cierran a esta misericordia especial.

Sheij Abdulkarim Paz




Respuesta:

La Ummah es la comunidad de los musulmanes organizada política, cultural y económicamente en pos de un mismo objetivo, satisfa­cer a Dios Único y cumplir con Sus Ordenes como la mejor manera de acceder a la propia felicidad en este mundo y en el otro. Hoy en día la comunidad musulmana con sus fragmentaciones está lejos de constituir una verdadera Umma, pero se encamina hacia ese objetivo, a pesar de los obstáculos externos e internos que existen para ello.

Ahora los obstáculos tienen su origen en la historia de la Ummah. Los musulma­nes se han apartado de las prescripciones coránicas y del modelo profético. Han permitido, no mucho tiempo después de la muerte del Profeta (BP), que muchas de las viejas ideas pre islámicas vuelvan progresivamente a dominar el horizonte cultural de sus sociedades.

Durante la dinastía Omeya se reinstauró la monarquía, las des­igualdades sociales, los grandes privilegios de las castas gobernan­tes, la diferencia racial y otras lacras que hablan sido enterradas por la gran revolución profética. Los Abasidas prometieron corregir es­tos desvíos pero no lo hicieron y si bien en muchos sentidos con los Abasidas se vivió la expansión de la civilización islámica constitu­yendo una de las civilizaciones más ricas y tolerantes de la humani­dad, fue perdiendo su fuerza motivadora originaria quedando ex­puesta a amenazas externas como las cruzadas, los ataques mongoles ymás recientemente, lo más fatal, la época colonialista y neocolonialista, que ha dado lugar a la usurpación del territorio palestino por parte de Israel y la impotencia de los países islámicos para confrontar la hegemonía norteamericana en apoyo de Israel y lograr arbitrios legales más justos. Gracias a Dios ya es visible una reacción de los musulmanes para revertir esta decadencia y volver a aportar a la humanidad una nueva luz civilizadora que saque al hombre moderno de su alienación.

La atomización del mundo islámico actual, las divisiones muchas veces avivadas por los enemigos, el atraso y la pobreza en algunas sociedades de este mundo islámico, la dependencia tecnológica, son consecuencias indeseables de esta enajenación con respecto a los valores y modelos islámicos.

Sheij Abdulkarim Paz

 




Respuesta:

En cuanto a la diferencia entre la shia y la sunna es importante destacar que el Sagrado Corán exhorta muy enfáticamente a todos los musulmanes a unirse y no debilitarse: “Aferraos todos al cordel de Dios y no os separéis”. Shias y Sunnas comparten el mismo libro sa­grado, el modelo profético contenido en la sunna o tradición del Profeta (BPD), el mismo centro espiritual, La Meca, Medina y Jeru­salén. Dicha esta aclaración y dejando en claro que para un musulmán es un gran pecado y desobediencia al Corán, es decir a la Vo­luntad de Dios, ahondar las diferencias o buscar la separación, pode­mos hablar de los diferentes puntos de vista sobre algunos temas como los que guardan entre si los sabios de una misma escuela islámica, pero en el marco de una hermandad, de una cordialidad y en el reconocimiento de que aquello que nos une es infinitamente más grande y nos confiere una gran responsabilidad ante Dios.

Ahora bien, con respecto a estos puntos de vista distintos entre los shias y los sunnas podemos decir que giran en torno al liderazgo y sus características para alcanzar los objetivos comunes. Para los shiitas ese liderazgo recae por voluntad de Dios y expresa designación ­del Profeta sobre los llamados Imames (guías) que son doce, como los apóstoles, o las tribus de Banu Israel (los hijos de Israel) y que solamente ellos gozan de la suficiente capacidad moral y espiritual para liderar a la comunidad musulmana y a los hombres en general y son quienes pueden mantener la excelencia profética y la correcta interpretación coránica y la garantía del cumplimiento del conteni­do de la revelación. Ellos son los verdaderos representantes de Dios y junto a los profetas son los capacitados para este liderazgo, el pri­mero de los cuales fue Ali ibn Abi Talib (P), el primo y yerno del Profeta.

Para los sunnitas el liderazgo tras la muerte del Profeta quedó a criterio de los jefes de las grandes tribus que debían elegir al suce­sor. Luego cada sucesor fijaría el criterio para que se desarrolle esa elección hasta que la dinastía omeya tomó el poder e instituyó la monarquía, unos treinta años después del fallecimiento del Profeta. La elección del califa en esta concepción ya no era incumbencia de Dios, sino algo a dirimir entre hombres en base a su cuota de poder político.

Sheij Abdulkarim Paz


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