¿Cómo explicar la longevidad del Imam Al-Mahdi?

¿Cómo explicar la longevidad del Imam Al-Mahdi?



Respuesta:

La palabra posibilidad puede significar aquí, bien una posibilidad práctica (aplicada), bien una posibilidad científica, o bien una posibilidad lógica o racional. Por posibilidad práctica entiendo: lo que es realizable para las gentes como ustedes o como yo, o para todo hombre ordinario como nosotros.

Así, viajar a través del océano, alcanzar el fondo del mar, subir hasta la Luna... todo ello ha resultado ser en efecto realizable, pues hay gente que realmente lo hace, de una forma u otra.

Por posibilidad científica entiendo las cosas que las gentes, como ustedes y yo, no podrían poner en aplicación con los medios que dispone la humanidad contemporánea, pero cuya posibilidad de realización -en ciertas condiciones y con los medios especiales-, no puede ser descartada por la ciencia y sus orientaciones cambiantes.

Así, nada en la ciencia autoriza rechazar la posibilidad para el hombre de subir hacia el planeta Venus no es más que una cuestión de grado, sin representar más que el allanamiento de algunas dificultades suplementarias, debidas al suplemento de distancia entre el primero y el segundo planeta. Pues subir hasta Venus es posible científicamente, aunque no lo sea efectivamente. Por lo contrario, alcanzar el Sol, en pleno cielo, no es posible científicamente, es decir que la ciencia no tiene la esperanza de llegar a él, pues no se puede concebir científicamente ni experimentalmente, la posibilidad de fabricar la coraza protectora capaz de resistir .el calor del Sol), que representa una hoguera encendida al mayor grado que el hombre pueda imaginar.

Por posibilidad lógica o filosófica, entiendo aquella que la razón no puede rechazar según las leyes que ésta percibe «a priori».

Así, no se sabría dividir lógicamente tres naranjas en dos partes iguales, a la vez y sin fracción, pues la razón percibe previamente a toda experiencia, que el número tres es impar y no par, y que no puede ser dividido en dos partes iguales, cuando necesitaría ser par; de otra forma ese número sería a la vez par e impar, lo que es contradictorio; o la contradicción es lógicamente imposible.

No obstante, no es imposible, según la lógica, que el hombre pueda atravesar el fuego o subir al Sol sin abrasarse por el calor, pues no hay contradicción en la suposición de que el calor no pase del cuerpo más caliente al cuerpo menos caliente; aunque esta su-posición es contraria a la experiencia, la cual demuestra la transmisibilidad del calor del cuerpo más caliente hacia el cuerpo menos caliente, hasta que ambos cuerpos resultan a una temperatura igual.

- De lo que precede se puede concluir que la esfera de la posibilidad lógica, es más amplia que la de la posibilidad científica, y ésta a su vez es más amplia que la de la posibilidad práctica.

En lo que concierne a la posibilidad de una longevidad extendiéndose en varios miles de años, es lógicamente concebible, pues desde el punto de vista racional abstracto, no es contradictoria, dado que la vida, en tanto que concepto, no comporta una muerte rápida, y ello es indiscutible.

Igualmente, es indiscutible que esta larga vida no es posible en el plano práctico, ni sabría ser identificada a la posibilidad de descender al fondo del mar o de subir a la Luna; porque la ciencia, en el estado que se encuentra actualmente, y por los medios e instrumentos que dispone efectivamente hasta el presente, no puede prolongar la vida del hombre en varios centenares de años. La prueba es que las gentes, las más apegadas a la vida y las más calificadas para servirse de las posibilidades de la ciencia, no pueden gozar de una vida más larga que la normal.

En cuanto a la posibilidad científica de tal longevidad, nada en la ciencia permite rechazarla teóricamente. De hecho, se trata aquí de un problema en relación con la calidad psicológica del fenómeno de la senilidad y la vejez en el hombre: ese fenómeno que se traduce en una ley natural que impone a los tejidos y a las células del hombre un desgaste progresivo, y una regresión del funcionamiento, una vez que alcanzan el término de su desarrollo máximo, que lleva a un paro total de toda actividad.;.. ¿Aún si estuvieran al abrigo de toda influencia exterior? O bien, este desgaste y esta regresión en los tejidos y las células del cuerpo, ¿derivan de una lucha que opone a éste con los factores exteriores, tales como los microbios o el envenenamiento que le seguirían tras una nutrición excesiva, de un trabajo excesivo, o de cualquier otro factor?

Esta es una pregunta que la ciencia se plantea hoy día y a la cual se propone aportar respuestas serias y numerosas. Si nos atenemos al punto de vista científico que tiende a interpretar vejez y senilidad como el resultado de una lucha o de un contacto entre el cuerpo y los factores exteriores determinados, debemos admitir que es posible teóricamente que los tejidos del cuerpo puedan continuar viviendo, sobreviviendo al fenómeno de la vejez, venciéndola definitivamente si se previene ponerlos al abrigo de esos factores.

Y si tomamos en consideración otro punto de vista científico, aquel que tiende a suponer que la vejez es una ley natural inherente a las células y a los tejidos vivientes -es decir, que éstos llevan sustancialmente el germen de su perecimiento inevitable, pasando por la fase de vejez y senilidad para terminar en la muerte-, nada nos impide excluir la inflexibilidad de esta ley. Si suponemos que esta ley es coherente, pensamos que es seguramente también flexible. Porque, tanto en nuestra vida habitual como a través de las observaciones de los sabios en los laboratorios científicos, se puede remarcar que la vejez, en tanto que fenómeno fisiológico, es atemporal: puede sobrevenir prematura o tardíamente. Tampoco es extraño de ver a un hombre de avanzada edad que posee los miembros ágiles y en estado de juventud, como lo afirman los propios médicos. Los sabios también han podido aprovecharse de la flexibilidad de esta ley para prolongar la vida de ciertos animales en cientos de veces su longevidad ordinaria, creando las condiciones y los factores que retrasan el efecto de la ley de la vejez.

Luego está establecido por la ciencia, que los efectos de esta ley pueden ser científicamente retrasados gracias a la creación de condiciones y factores particulares, aunque la ciencia no haya podido, hasta el presente, aplicarlo sobre seres tan complejos como el hombre. La diferencia entre la posibilidad científica y la aplicación efectiva, se traduce en este caso en una diferencia de grado de dificultad entre la aplicación (de esta posibilidad) sobre el hombre y su aplicación sobre otros seres vivos. Ello indica que en el plano teórico, la ciencia y sus orientaciones móviles, no tienen nada que les permita rechazar la posibilidad de prolongar la edad del hombre, y también si interpretamos la vejez como el producto de una lucha y de contactos entre las células humanas y los factores exteriores, o la emanación de una ley natural inherente a la propia célula, ley que la condene a encaminarse hacia el aniquilamiento.

Se puede pues concluir que la prolongación de la longevidad humana en varios siglos, es posible lógica y científicamente, aunque no lo sea todavía en el plano de la aplicación, aun cuando ' la orientación científica se dirige hacia la realización de esta última posibilidad a largo término.

A la luz de esas premisas, abordaremos a continuación la cuestión de la edad de Al-Mahdi, y la sorpresa y la interrogación que levanta. Habiendo demostrado la posibilidad científica y lógica de tal longevidad, así como la dirección de la ciencia hacia la traducción progresiva de esta posibilidad teórica a otra realizable y aplicable , la sorpresa nos parece que no tiene más razón de ser, salvo en lo que concierne a la dificultad de admitir que Al-Mahdi ha precedido a la ciencia, transformando la posibilidad teórica en posibilidad real, por medio de su propia persona y antes de que la ciencia alcance el nivel requerido para poder efectuar realmente esta transformación, pues ello equivaldría a decir que alguien se ha adelantado a la ciencia en el descubrimiento del cáncer y la meningitis.

Si el problema reside en la cuestión de saber cómo el Islam –que, ha planificado esta longevidad de Al-Mahdi-, ha podido avanzar al movimiento científico en lo que concierne a esta transformación (de la posibilidad teórica a posibilidad real), la respuesta es la siguiente: El Islam no sólo ha precedido al movimiento cien-tífico en este dominio, sino en muchos otros también.

¿No ha lanzado postulados que han servido de planes de acción que la marcha independiente de la humanidad no habría podido concebir hasta varios siglos más tarde?

La Sharia (legislación islámica revelada), en su conjunto, ¿no ha atrasado en varios siglos al movimiento de la ciencia y del desarrollo natural del pensamiento humano?

¿No aportó las legislaciones llenas de sabiduría cuyos secretos no han podido ser «cogidos» hasta hace poco tiempo? ¿No ha desvelado el Mensaje Divino los secretos del Universo que no podrían aflorar en el espíritu de nadie, y que la ciencia ha terminado por reconocer? Si creemos en todos estos hechos, ¿por qué excluiremos que Dios pueda adelantar a la ciencia en lo que concierne a la longevidad de un hombre, en este caso Al-Mahdi? No se trata más que de manifestaciones de pre-ciencia que podemos percibir directamente. Se pueden añadir otros ejemplos que el Mensaje Divino nos ha revelado. Así, éste nos relata como el Profeta fue transportado durante una noche desde la Mezquita de Medina a la Mezquita Al-Aqsa en Palestina. Si queremos comprender este suceso en el cuadro de las leyes naturales, necesitará seguramente para la aplicación de éstas varios cientos de años antes que la ciencia pueda alcanzarlo. Pues la misma experiencia divina que ha permitido al Profeta desplazarse tan rápidamente, bien antes que la ciencia pueda lograr tal hazaña, ha permitido igualmente al último de los sucesores Pre- designados del Profeta (el Imam Al-Mahdi), tener una vida prolongada antes que la ciencia no ponga en aplicación dicha posibilidad.

Ciertamente, esta larga vida que Dios ha acordado al Salvador Esperado parece extraordinaria hasta hoy, en relación a la realidad de la vida de las gentes y a las experiencias de los sabios. Pero el rol transformador decisivo para el cual ese Salvador está preparado, no es tan extraordinario .en comparación con la vida familiar y ordinaria, y las diversas evoluciones históricas que la humanidad ha vivido. ¿No está encargado él justamente de transformar el mundo y de reconstruir su estructura de civilización sobre los principios del bien y de la justicia? ¿Por qué asombrarse del hecho que la preparación de ese rol extraordinario sea acompañado de ciertos fenómenos extraordinarios e inhabituales, como la larga vida del Salvador Esperado? Tan extraordinario e inhabitual que pueda aparecer ese fenómeno (la longevidad de Al-Mahdi), no es mucho más extraño que el rol extraordinario en sí, que el Salvador debe realizar el Día Prometido.

Si admitimos la posibilidad de este gran rol, único en su género en la historia de la humanidad, ¿por qué no admitiríamos una longevidad que no tiene parecido en nuestra vida habitual?

No sé si es por pura coincidencia que los dos únicos hombres encargados de vaciar a la humanidad de su contenido corrompido y reconstruirla, fueran dotados de una longevidad sin mesura común con la naturaleza. El primero fue Noé que jugó su rol en el pasado de la humanidad y del cual el Corán dice que vivió «mil menos cincuenta años» entre su pueblo, y que gracias al diluvio, pudo reconstruir el mundo. El segundo es Al-Mahdi, que ha vivido hasta el presente más de mil años entre su pueblo, y que deberá jugar el rol de reconstruir el mundo, en el porvenir de la humanidad, en el Día Prometido.

¿Por qué aceptar a Noé que vivió casi mil años y rechazar Al-Mahdi?


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