¿Históricamente la relación del mundo islámico con Europa fue traumática?

¿Históricamente la relación del mundo islámico con Europa fue traumática?



Respuesta:

Desde un punto de vista histórico podemos decir que el Islam influyó en Europa a través de cuatro zonas principales de contacto que: una fue España, otra Sicilia, la tercera el Oriente Próximo, donde los Santos Lugares constituyeron por espacio de casi 300 años los objetivos de las cruzadas y la cuarta la influencia Otomana.  La tercera de Oriente Próximo fue desbaratada por los otomanos en la batalla de Nicópolis, en el año 1396. Hacia el este, convirtió a millones de pobladores de habla turca que vagaban entre el Caucaso y la gran muralla china. A través de ellos se modificó el destino de tierras tan distantes entre sí como la India y los Balcanes.

En África, las caravanas de musulmanes se adentraron lo bastan­te en el continente negro para establecer una universidad musulma­na en la ciudad de Thimbu tú, el siglo XV. Mientras tanto, los musul­manes dedicados al comercio marítimo llevaron las costumbres islámicas a través del Océano Indico hasta Java y Malasia y aún hasta las Filipinas.

De manera semejante, los ejércitos del Islam convirtieron una rá­pida incursión militar de auxilio a judíos y cristianos arrianos en España en una conquista cultural que transformó la historia de ese país entre los años 711 y 1492.

Después de afirmar su posición en la península, los musulmanes escalaron los Pirineos y entraron en Francia. En el año 732, entre Tours y Poitiers, dos mil kilómetros al norte de Gibraltar, y a 450 kilómetros de Londres y a menos de 200 de París, fue el punto más septentrional que alcanzaron. En el 737 llegaron a Aviñon, el valle del Ródano y a la ciudad de Lyon. Y aunque en el año 759 se retira­ron del Mediodía francés, sus cuarenta años de circulación por aque­lla tierra contribuyeron, en el Languedoc, a la insólita tolerancia de diversas creencias, la pintoresca alegría y el amor romántico y caba­lleresco, la música de los trovadores, que entonces caracterizaron a los lugareños.         

Pero, ¿por qué se retiraron?, muy simple: en primer lugar el ejer­cito musulmán español era reducido y apenas alcanzaba para ase­gurar el espacio vital Andalusí. Por otra parte, la puja política entre omeyas y abbasíes había desarticulado el califato y no permitía ac­ciones de conjunto como en los primeros tiempos del Islam durante el siglo XII.

La principal razón no fue ni militar ni política sino climática y de adaptación. El clima frío y desabrido del norte de España y Francia representaba una hostilidad para los árabes y beréberes musulma­nes, mucho mayor que el peligro que podía provenir de sus habitantes carolingios y gallegos. Incluso en España, la indefinida frontera en la época de mayor expansión musulmana nunca superó las riberas septentrionales del Duero y el Ebro, más allá de las espo­rádicas expediciones de represalia lanzadas contra Barcelona o San­tiago de Compostela.

Por otra parte, tanto las sociedades musulmanas andalusí y siciliana, luego de consolidarse, se dedicaron a estudiar, a desarro­llar las artes, las ciencias y el pensamiento, convirtiéndose en enti­dades culturales más que militares como serían las de sus antago­nistas castellanos, aragoneses y franco-normandos y así como alcanzaron las más altas cumbres de la estética como la Alhambra, la filosofía con Averroes, la ciencia con AI-Idrisi y la mística con Ibn Arabi, así también quedaron desarmados y desprotegidos.

El doctor Felipe Maillo Salgado, titular de las cátedras de árabe e Islam de la Universidad de Salamanca, sintetiza estos contrastes: "A fines del siglo IX los andalusíes eran en términos generales más ricos y cultos, y el Islam como conjunto mucho más poderoso que los países del occidente europeos...Los antiguos éxitos de los musulmanes habrían dado lu­gar también a que despreciaran otros usos que no fueran los suyos, satisfe­chos con la síntesis cultural alcanzada, y eso les llevaría poco a poco al aislamiento y al ensimismamiento cultural, iniciado claramente en el siglo XII. Los andalusíes orgullosos de su superioridad despreciaban a los bárba­ros infieles de las tierras fría y triste de la meseta del norte y de la orla montañosa cantábrico-pirineica. Seguros de su bienestar, no sólo los cono­cían muy mal, sino que les pasaron inadvertidas sus avances. Así, cuando aquellos crearon instrumentos bélicos y sociales que los elevaron por enci­ma de los logros alcanzados por los propios musulmanes, estos no se dieron cuenta más que cuando los cristianos, se les metieron en casa y se vieron obligados a enfrentarse a su supremacía guerrera. Todo ello en medio de una gran frustración, puesto que en esa época no tenían dudas de que su sociedad era la mejor de las posibles en el mundo y que los musulmanes eran superiores por su cultura y su religión... ",

La historia recuerda que cuando las fuerzas musulmanas, en el año 640 de nuestra era, conquistaron Egipto, se encontraron con la biblioteca de Alejandría, que contenía miles de libros. El comandan­te consultó al califa Omar qué hacer con los textos. Este pragmática­mente respondió: "Si los libros contienen la misma doctrina del Corán, no sirven para nada porque repiten; si los libros no están de acuerdo a la doctrina del Corán, no tiene caso conservarlos".

Este es otro mito que ya ha sido ampliamente rechazado por los historiadores e investigadores modernos.

La biblioteca había sido creada en el 295 antes de Cristo, en la ciudad fundada por Alejandro el Grande, que llevaría su nombre, y fue la primera de las sesenta ciudades que fundara en su conquista hasta Oriente, en el Indo. Esa biblioteca estaba inspirada en la biblioteca ateniense de Aristóteles.

La biblioteca de Alejandría llegó a ser la primera biblioteca uni­versal de la historia. Hacia mediados del siglo primero antes de Cristo tenía cerca de 800.000 ejemplares. En el año 282 a.C., se realizó la traduc­ción del griego del Antiguo Testamento de la Biblia, la compilación conocida en hebreo como Torah o Tanaj, tarea que fue encomendada a sesenta jajamin (sabios judíos), de Egipto, es la versión que conoce­mos con el nombre de Septuaquinta o traducción de los setenta.

Este hecho es sumamente significativo, pues esclarece sobre el profundo conocimiento que poseían los griegos sobre los textos monoteístas de los israelitas antes del nacimiento de Jesús, el hijo de María. La Paz sea con ellos.

De los judíos de Alejandría va a nacer el famoso filósofo Filón de Alejandría, muerto en el año 50 después de Cristo, que comentaría la obra de Plotino en relación con la tradición monoteísta de Abraham y Moisés, La Paz sea con ellos.

La primera destrucción fue producida por los romanos en el año 47 antes de Cristo, en tiempos de Julio Cesar, quien para liberarse del asedio de los alejandrinos mandó a quemar sus 72 naves ancla­das en el puerto y el fuego se extendió hasta destruir parte de los libros en ella almacenados.

La segunda destrucción se produjo en el año 415 después de Cris­to por obra de un decreto del emperador romano Teodosio I. Ante un pedido del obispo de Alejandría, Teófilo quien odiaba a la bi­blioteca por considerada un reducto del saber pagano. Encima de sus ruinas edificó una iglesia. La desaparición de la biblioteca signi­ficó la pérdida del 80 por ciento las ciencias y la cultura helénicas, además de legados importantísimos de las civilizaciones asiáticas y africanas, lo cual se tradujo en el estancamiento del progreso cientí­fico durante más de cuatrocientos años.

Podemos concluir que para cuando llegaron los musulmanes a Egipto y más precisamente a la ciudad de Alejandría en el año 640, la biblioteca hacía más de 200 años que ya había desaparecido. Du­rante 500 años los cronistas cristianos no hablaron de ninguna des­trucción de la biblioteca por parte de los musulmanes.

Recién en el siglo XII, en el contexto de las cruzadas, va a surgir esta falsificación de la historia sobre una supuesta destrucción por parte de los musulmanes. Muchos investigadores europeos han de­mostrado esta falsedad de la que se hacen ecos algunos enemigos del Islam interesados en acrecentar estos prejuicios.

Sheij Abdulkarim Paz

 


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